La Casa de Castilla-La Mancha en Alcalá de Henares, donde reside su hijo Luis Miguel, organizó un tributo póstumo al hombre que durante 70 años contó las virtudes de La Mancha y, en particular, de La Solana. Al hombre que habló de sus hoces, de su azafrán, de su esparto, de sus tórridos veranos, de la cal de sus fachadas, del embrujo de su torre… De su alma, en suma.
El Palacio Don Diego, corazón de la ciudad que lo adoptó en 1941, escenificó la elegante sencillez de un acto merecido a Miguel García de Mora Gallego, o Miguel Mora, o Mora, sin más. “Tico Medina llegó a decir que conocía La Mancha como la palma de la mano gracias a los artículos de García de Mora” –declaró el presidente de Casa de CLM en Alcalá, Juan José Costa”.
Luis Miguel García de Mora Reguillo, heredero de la sangre periodística de su progenitor, vivió con intensidad la mañana, igual que su hermana Gloria. “Estamos muy agradecidos a todos los que recuerdan a nuestro padre” –dijo-. Y entonces, sin lograr deshacer el nudo en su garganta, comenzó a rememorar vivencias. “Mi padre hacía números en su trabajo y letras en casa, con mi madre poniendo ya el hule para comer. Escribía mientras hablaba, mientras oía la radio, mientras veía una película, escribía, escribía…”.
Eternidad
En el acto celebrado en el auditorio, el concejal de Cultura, Luis Romero de Ávila, apeló a la eternidad del viejo cronista. “Allí sigue la silla, esperando el reencuentro con la voz de siempre, eterna melodía alrededor de una historia que nunca acababa”. Ese cronista decidido a buscar algo que contar en cualquier rincón de La Mancha junto a Torres Lafont, cámara en mano, “que nunca tomaba notas y todo lo guardaba en su memoria” –según Javier, hijo del fotógrafo manzanareño-.
El alcalde, Luis Díaz-Cacho también respondió a la invitación. “Miguel era uno de los nuestros, capaz de elaborar un artículo con el mero mimbre de la observación” –manifestó-. “Le añoro con sus periódicos bajo el brazo y con el paso decidido con el que siempre caminó su vida”.
En La Solana era célebre el tintineo de las fraguas forjando hoces. Había otro tintineo, el de la máquina de escribir de Miguel García de Mora forjando, negro sobre blanco, nuestra historia. Así vivió “El narrador de La Mancha”.
Fuente: lanzadigital.com