Según fuentes del Grupo de Investigación del Agua, al que pertenece investigadores y científicos de distintas universidades españolas y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), estas praderas de carófitos, las ovas que deberían crecer en este ecosistema si estuviera bien conservado, “son la base de la alimentación de miles de aves ligadas a este ecosistema único del centro peninsular”.
Los estudios sobre la evolución de la superficie potencial y la superficie real cubierta por las praderas de carófitos desde el año 1956 hasta el 2013 ponen de manifiesto como los sucesivos episodios de contaminación han tenido una incidencia directa sobre el ecosistema del parque nacional.
En la última década, uno de los episodios más importantes de contaminación se registró en 2004, dejando el parque “completamente arrasado” de vegetación subacuática entre los años 2005 y 2007.
De este modo, señalaron, se pasó de unos registros de ovas que en 2001 eran de 580 hectáreas de superficie real, sobre una superficie potencial de 850 hectáreas, hasta la práctica desaparición de las praderas en 2005.
En 2010 comenzó la regeneración de las ovas tras años de sequía registrados en 2008 y 2009, llegándose a alcanzar datos “muy esperanzadores”, puesto que de la superficie real de carófitos se aproximó a las 1.400 hectáreas de las 1.650 que potencialmente podían albergar este tipo de vegetación.
Sin embargo, explicaron, “la contaminación volvió al parque provocando que de nuevo bajara la superficie colonizada por los carófitos hasta registrarse aproximadamente 400 hectáreas en 2011, cifra que en 2013 fue mermando hasta registrar 44,2, lo que supone, frente a las 846 hectáreas potenciales, un 5,2 % de la superficie disponible para el desarrollo de las ovas.
La evolución de las praderas de ovas en el último año, aseguraron estas fuentes, “ha ido a peor porque sigue entrando agua de mala calidad al parque que provoca su desaparición”.
El problema de fondo, advirtieron expertos y científicos, es la gestión de la calidad del agua en toda la cuenca de los ríos Gigüela y Azuer que, en el caso de este último, vierte sus aguas a la madre del río Guadiana.
Si no se toman medidas “drásticas y concretas” para abordar el problema de la calidad del agua por parte de la Confederación del Guadiana, órgano encargado de su gestión, subrayaron que será “difícil que se solucione el problema ambiental que sufren Las Tablas de Daimiel”.
Los científicos advirtieron de que “se conocen los puntos conflictivos” donde se concentran los vertidos de aguas en mal estado, sin embargo, “no se hace nada”.
Así, aseguraron que “de nada sirve tener el parque bien gestionado ni invertir un montón de millones de euros en la gestión por parte del Organismo Autónomo Parques Nacionales, si luego el agua que entra es de una calidad infame”.
Fuente: lanzadigital.com