Los datos presentados avalan que la acción del hombre ha sido fundamental para llevar a Las Tablas de Daimiel al estado «crítico» en el que se encuentra ahora. Según explica, desde tiempos inmemoriales el humedal ha sobrevivido a los ciclos naturales del agua (periodos de sequía alternados con otros de abundantes precipitaciones), por lo que está «capacitado» para recuperarse por sí mismo. Aunque los íberos y romanos modificaron en parte el curso del agua con presas, sus actuaciones «no fueron decisivas».
Su modificación sustancial llega en el siglo XVIII, cuando los vecinos de Daimiel desviaron el río Azuer para evitar las enfermedades y otros problemas derivados de sus crecidas.
Entonces, las aguas dulces del Azuer llegaron a las Tablas y se mezclaron con las salinas del Cigüela, por lo que «cambiaron las características químicas del agua». El segundo gran impacto fue el aumento de «la agricultura intensiva en el siglo XIX» y «las obras de desecación de los planes de Franco, aprobadas en 1950 y ejecutadas en 1970». Éstas «modificaron los ciclos naturales del humedal» al afectar a la vegetación.